Érase
una vez un niño llamado Oto que veraneaba en una aldea situada entre dos
montañas. Cada día Oto salía a pasear
con su perrita Peta y recorrían un bonito comino hasta llegar al famoso lago
verde, situado en un valle muy cercano.
Los
padres de Oto siempre le advertían del peligro de ir al lago porque, según cuenta
la leyenda, los niños que se bañaban en esas aguas verdosas volvían siempre a
casa con un misterioso mal.
Oto
siempre hizo caso a sus padres, pero a medida que se hacía mayor, aumentaba su
curiosidad por bañarse en el lago verde con su perrita Peta. A Peta le
encantaba zambullirse en esa agua verdosa donde había peces que danzaban
felizmente. El lago estaba repleto de nenúfares, unas plantas acuáticas con
unas enormes hojas flotantes que podían llegar a envolver completamente a Oto
si se caía encima de ellas.
-
Hoy me bañare en el lago porque ya sé nadar, además hace un día espléndido
y ya no aguanto más este calor. Le diré a mis padres que me he caído ¡y asunto
resuelto!
Peta,
con cara incrédula y moviendo su colita, se lanzó al agua esperando a que su
fiel amigo se bañara con ella.
Al rato
pasó por allí un pastor que, al ver al niño nadar en el lago se temió lo peor. El
señor, de una edad avanzada, corrió preocupado hacia Oto para decirle que
abandonara rápidamente el agua porque, de lo contrario y según cuenta la
leyenda, el lago iba a responder con furia produciéndole algún mal en menos de
tres días
El niño
no creía nada de lo que le estaba diciendo el pastor. Ensimismado pensó que
todo aquello era cosa de los mayores para convencer a los niños de que no se
bañaran en el lago verde pero… ¿Por qué el pastor habría dicho que en tres días
pasaría algo malo?
¿Sería
lo mismo que le ocurrió a su amigo Nico el verano pasado?
¿También
se habría metido Nico en el lago?
Todas
estas preguntas eran las que se hacía Oto al volver a casa para almorzar. Sin embargo,
lo había pasado tan bien con su perrita que no le importaba nada de lo que
pudiera ocurrir. Además, sus padres no sospecharían nada del baño porque, al
llegar a casa Oto ya tendría el pelo seco.
Al cabo
de unos días aparecieron los primeros síntomas de ese misterioso mal. Oto se
encontraba muy cansado, sin ganas de comer ni de jugar y empezaba a notar un dolor en los oídos. No quiso comentárselo
a sus padres para que no sospecharan nada de lo que había hecho. Nadie se podía
enterar. ¡¡¡Era su secreto!!!
Por la
tarde apareció Bruna, la mejor amiga de Oto, para ir a jugar juntos al valle.
Bruna era la única que sabía lo que Oto había hecho.
-
Ves, ya te dije que algo iba a pasar, Esto te ha sucedido por bañarte
en ese lago verde. ¡¡¡Además, no entiendo cómo pudiste hacerlo, porque ese lago
huele muy mal!!!- comento Bruna a Oto.
Bruna
estaba muy enfadada con Oto porque él no había respetado la ley del valle: “Prohibido
bañarse en el lago o un terrible mal te ocurrirá en tres días”.
A los
tres días Oto no podía apoyar la cabeza en el cojín, tenía tanto dolor en sus oídos
que ya no soportaba más. Sus padres llevaron a Oto al médico, que confirmo que
Oto tenía el famoso mal.
-
Su hijo tiene una inflamación de oídos llamada Otitis, no se habrá
bañado en el lago verde ¿Verdad?- Preguntó el médico.
Oto no
pudo seguir con su mentira y confesó su travesura.
-
Si, si lo hice. No creí que algo así me ocurriría. Este es el famoso
mal del lago verde ¿Verdad?- Preguntó Oto con cara triste.
El
médico para no asustar más al niño, le contó la verdadera historia. En realidad
lo que le había ocurrido a Oto no había sido un mal enviado por espíritus ni
nada de eso.
-
Verás Oto, la otitis suele ocurrir en verano cuando los niños pasáis
mucho rato en el agua del río de la
piscina. Cuando os decimos que no os bañéis en el lago verde es porque allí no
circula bien el agua y queda estancada. Por eso los animalitos y las plantas
que viven allí empiezan a crecer u a multiplicarse hasta convertir el agua en
un líquido completamente verde. ¿Lo entiendes Oto?- Le dijo el médico.
-
Sí, claro que lo entiendo, pero… ¿Por qué me duelen las orejas? –
Preguntó Oto muy preocupado.
-
Pues porque, además de insectos, plantas y algas, también viven unos
diminutos animalitos que no se ven a simple vista, que se llaman bacterias,
aunque tú no las puedas ver, son muy peligrosas si entran en tu oído.
-
Pero ¿Qué tendrá mi oído que les guste tanto?- Preguntó Oto.
-
Para ellas el oído es el refugio perfecto, porque está muy calentito. Una
vez han entrado, empiezan a alimentarse, a crecer y a tener hijitos. Llega un
momento que todas esas bacterias y sus hijos ya no caben en el oído porque su
refugio se les ha quedado pequeño. Es justo en ese momento cuando el oído
empieza a dolerte, y por eso se pone de
color rojo e incluso puede llegar a salir un líquido blanco de la oreja que
sirve para luchar contra esos bichitos, ahogándolos a todos.
¿Ahora entiendes porque los padres de los niños os advertimos para que
no vayáis al lago a bañaros? –Preguntó el médico acariciando la cabeza de Oto.
-
Sí Doctor, ahora lo entiendo. Le prometo que no volveré a hacerlo. –
Le contestó Oto un poco horrorizado al pensar que su oído estaba lleno de
bichos invisibles.
-
Ahora tendrás que estar unos días sin poderte bañar en la piscina ni
en el rio. Y sobretodo vigila que no te entre agua de la ducha en la oreja. Y no
te preocupes porque te daré unas gotitas para curar ese gran dolor ¿Te parece?-
le preguntó el médico al niño.
Al
salir de la consulta del médico Oto se quedó más tranquilo porque había
entendido lo que le había ocurrido. Lo qué más le alegro es que no había ningún
espíritu malo que quisiera hacerle daño. Solamente eran las bacterias del lago
verde las que se habían aprovechado de su nuevo hogar. Su oído. ¡Y Oto no
estaba dispuesto a que esos bichitos vivieran en su oído!, así que hizo todo lo
posible para curarse pronto.
Tras unos
días de repodo, el oído de Oto se iba recuperando. Ya no le dolía tanto, Pero las
pobres bacterias sí que les dolió porque las gotas que el medico receto hacían que
todos esos bichitos fueran desapareciendo del oído de Oto.
Las gotitas que la
madre de Oto le ponía cada día actuaban igual que el fuego porque al entrar en
el oído todas las bacterias empezaban a correr para salir de ahí, aunque muchas
de ellas morían en el intento.
Las
gotitas eran de antibiótico, una medicina que sirve para curar la enfermedad
porque elimina las bacterias y deja el oído limpio.
Unos días
después, Bruna fue a visitar a Oto a su casa. Mientras jugaban en el salón Oto
le explicó a su amiga todo lo que había sucedido.
-
Pero si a mí también me pasó lo mismo el invierno pasado. Creo que también
tuve una otitis… y sin embargo ¡Yo no me bañé en el lago!- Le comento Bruna a
Oto.
La mama
de Oto al oír la conversación, les explicó a los niños que la otitis o inflamación
de oído no solamente puede ocurrir en verano sino también en invierno.
-
Si estáis mucho tiempo y muchos días seguidos bañándoos en el agua, el
oigo se humedece, entonces las bacterias se aprovechan y se instalan allí como
si fuese su refugio o su tienda de campaña. Y también en invierno cuando uno
está resfriado con muchos mocos, las bacterias que viven en la nariz pueden
llegar al oigo a refugiarse, produciendo una otitis- les explicó la madre de
Oto.
-
Por eso, lo más importante es ir rápido al médico para que descubra la
otitis a tiempo y ponga rápido las gotitas de antibiótico para eliminar las
bacterias y el dolor.
Desde
ese día Oto no volvió a bañarse en el lago verde. Entendió que no era bueno
bañarse allí porque el agua, como no circulaba bien, se estancaba. Pero también
se tranquilizó al saber que podía bañarse en el río o en una piscina, siempre y
cuando el agua estuviera transparente y limpia y que, después de salir del
agua, se secase muy bien las orejas.
Al
final del verano todos los niños tenían que abandonar la aldea donde habían estado
de vacaciones para volver al colegio.
Para
despedirse celebraron una gran fiesta alrededor del rio. Oto estaba impaciente
por bañarse en él.
-
Pero que fría está el agua- Comentó bruna al meter sus pies en esa
agua tan limpia y cristalina.
-
Pues claro Bruna-le respondió Oto- El agua baja de las montañas
heladas y por eso está tan fría.
Bruna,
Oto, Nico y Peta acabaron saltando en el agua en busca de piedras con formas
bonitas y tesoros escondidos que habrían sido arrastrados desde lo alto de las
montañas por la fuerza del agua de ese bonito río.