miércoles, 16 de abril de 2014

Oto y el misterio del lago Verde (Cuento relacionado con la Otitis)



Érase una vez un niño llamado Oto que veraneaba en una aldea situada entre dos montañas. Cada  día Oto salía a pasear con su perrita Peta y recorrían un bonito comino hasta llegar al famoso lago verde, situado en un valle muy cercano.



Los padres de Oto siempre le advertían del peligro de ir al lago porque, según cuenta la leyenda, los niños que se bañaban en esas aguas verdosas volvían siempre a casa con un misterioso mal.
Oto siempre hizo caso a sus padres, pero a medida que se hacía mayor, aumentaba su curiosidad por bañarse en el lago verde con su perrita Peta. A Peta le encantaba zambullirse en esa agua verdosa donde había peces que danzaban felizmente. El lago estaba repleto de nenúfares, unas plantas acuáticas con unas enormes hojas flotantes que podían llegar a envolver completamente a Oto si se caía encima de ellas.
-          Hoy me bañare en el lago porque ya sé nadar, además hace un día espléndido y ya no aguanto más este calor. Le diré a mis padres que me he caído ¡y asunto resuelto!
Peta, con cara incrédula y moviendo su colita, se lanzó al agua esperando a que su fiel amigo se bañara con ella.
Al rato pasó por allí un pastor que, al ver al niño nadar en el lago se temió lo peor. El señor, de una edad avanzada, corrió preocupado hacia Oto para decirle que abandonara rápidamente el agua porque, de lo contrario y según cuenta la leyenda, el lago iba a responder con furia produciéndole algún mal en menos de tres días

El niño no creía nada de lo que le estaba diciendo el pastor. Ensimismado pensó que todo aquello era cosa de los mayores para convencer a los niños de que no se bañaran en el lago verde pero… ¿Por qué el pastor habría dicho que en tres días pasaría algo malo?
¿Sería lo mismo que le ocurrió a su amigo Nico el verano pasado?
¿También se habría metido Nico en el lago?
Todas estas preguntas eran las que se hacía Oto al volver a casa para almorzar. Sin embargo, lo había pasado tan bien con su perrita que no le importaba nada de lo que pudiera ocurrir. Además, sus padres no sospecharían nada del baño porque, al llegar a casa Oto ya tendría el pelo seco.
Al cabo de unos días aparecieron los primeros síntomas de ese misterioso mal. Oto se encontraba muy cansado, sin ganas de comer ni de jugar y empezaba  a notar un dolor en los oídos. No quiso comentárselo a sus padres para que no sospecharan nada de lo que había hecho. Nadie se podía enterar. ¡¡¡Era su secreto!!!
Por la tarde apareció Bruna, la mejor amiga de Oto, para ir a jugar juntos al valle. Bruna era la única que sabía lo que Oto había hecho.
-          Ves, ya te dije que algo iba a pasar, Esto te ha sucedido por bañarte en ese lago verde. ¡¡¡Además, no entiendo cómo pudiste hacerlo, porque ese lago huele muy mal!!!- comento Bruna a Oto.
Bruna estaba muy enfadada con Oto porque él no había respetado la ley del valle: “Prohibido bañarse en el lago o un terrible mal te ocurrirá en tres días”.

A los tres días Oto no podía apoyar la cabeza en el cojín, tenía tanto dolor en sus oídos que ya no soportaba más. Sus padres llevaron a Oto al médico, que confirmo que Oto tenía el famoso mal.
-          Su hijo tiene una inflamación de oídos llamada Otitis, no se habrá bañado en el lago verde ¿Verdad?- Preguntó el médico.
Oto no pudo seguir con su mentira y confesó su travesura.
-          Si, si lo hice. No creí que algo así me ocurriría. Este es el famoso mal del lago verde ¿Verdad?- Preguntó Oto con cara triste.
El médico para no asustar más al niño, le contó la verdadera historia. En realidad lo que le había ocurrido a Oto no había sido un mal enviado por espíritus ni nada de eso.

-          Verás Oto, la otitis suele ocurrir en verano cuando los niños pasáis mucho rato en el agua del río  de la piscina. Cuando os decimos que no os bañéis en el lago verde es porque allí no circula bien el agua y queda estancada. Por eso los animalitos y las plantas que viven allí empiezan a crecer u a multiplicarse hasta convertir el agua en un líquido completamente verde. ¿Lo entiendes Oto?- Le dijo el médico.
-          Sí, claro que lo entiendo, pero… ¿Por qué me duelen las orejas? – Preguntó Oto muy preocupado.
-          Pues porque, además de insectos, plantas y algas, también viven unos diminutos animalitos que no se ven a simple vista, que se llaman bacterias, aunque tú no las puedas ver, son muy peligrosas si entran en tu oído.
-          Pero ¿Qué tendrá mi oído que les guste tanto?- Preguntó Oto.
-          Para ellas el oído es el refugio perfecto, porque está muy calentito. Una vez han entrado, empiezan a alimentarse, a crecer y a tener hijitos. Llega un momento que todas esas bacterias y sus hijos ya no caben en el oído porque su refugio se les ha quedado pequeño. Es justo en ese momento cuando el oído empieza a dolerte, y  por eso se pone de color rojo e incluso puede llegar a salir un líquido blanco de la oreja que sirve para luchar contra esos bichitos, ahogándolos a todos.
¿Ahora entiendes porque los padres de los niños os advertimos para que no vayáis al lago a bañaros? –Preguntó el médico acariciando la cabeza de Oto.
-          Sí Doctor, ahora lo entiendo. Le prometo que no volveré a hacerlo. – Le contestó Oto un poco horrorizado al pensar que su oído estaba lleno de bichos invisibles.
-          Ahora tendrás que estar unos días sin poderte bañar en la piscina ni en el rio. Y sobretodo vigila que no te entre agua de la ducha en la oreja. Y no te preocupes porque te daré unas gotitas para curar ese gran dolor ¿Te parece?- le preguntó el médico al niño.
Al salir de la consulta del médico Oto se quedó más tranquilo porque había entendido lo que le había ocurrido. Lo qué más le alegro es que no había ningún espíritu malo que quisiera hacerle daño. Solamente eran las bacterias del lago verde las que se habían aprovechado de su nuevo hogar. Su oído. ¡Y Oto no estaba dispuesto a que esos bichitos vivieran en su oído!, así que hizo todo lo posible para curarse pronto.
Tras unos días de repodo, el oído de Oto se iba recuperando. Ya no le dolía tanto, Pero las pobres bacterias sí que les dolió porque las gotas que el medico receto hacían que todos esos bichitos fueran desapareciendo del oído de Oto.
Las gotitas que la madre de Oto le ponía cada día actuaban igual que el fuego porque al entrar en el oído todas las bacterias empezaban a correr para salir de ahí, aunque muchas de ellas morían en el intento.
Las gotitas eran de antibiótico, una medicina que sirve para curar la enfermedad porque elimina las bacterias y deja el oído limpio.

Unos días después, Bruna fue a visitar a Oto a su casa. Mientras jugaban en el salón Oto le explicó a su amiga todo lo que había sucedido.
-          Pero si a mí también me pasó lo mismo el invierno pasado. Creo que también tuve una otitis… y sin embargo ¡Yo no me bañé en el lago!- Le comento Bruna a Oto.
La mama de Oto al oír la conversación, les explicó a los niños que la otitis o inflamación de oído no solamente puede ocurrir en verano sino también en invierno.
-          Si estáis mucho tiempo y muchos días seguidos bañándoos en el agua, el oigo se humedece, entonces las bacterias se aprovechan y se instalan allí como si fuese su refugio o su tienda de campaña. Y también en invierno cuando uno está resfriado con muchos mocos, las bacterias que viven en la nariz pueden llegar al oigo a refugiarse, produciendo una otitis- les explicó la madre de Oto.
-          Por eso, lo más importante es ir rápido al médico para que descubra la otitis a tiempo y ponga rápido las gotitas de antibiótico para eliminar las bacterias y el dolor.
Desde ese día Oto no volvió a bañarse en el lago verde. Entendió que no era bueno bañarse allí porque el agua, como no circulaba bien, se estancaba. Pero también se tranquilizó al saber que podía bañarse en el río o en una piscina, siempre y cuando el agua estuviera transparente y limpia y que, después de salir del agua, se secase muy bien las orejas.
Al final del verano todos los niños tenían que abandonar la aldea donde habían estado de vacaciones para volver al colegio.
Para despedirse celebraron una gran fiesta alrededor del rio. Oto estaba impaciente por bañarse en él.
-          Pero que fría está el agua- Comentó bruna al meter sus pies en esa agua tan limpia y cristalina.
-          Pues claro Bruna-le respondió Oto- El agua baja de las montañas heladas y por eso está tan fría.
Bruna, Oto, Nico y Peta acabaron saltando en el agua en busca de piedras con formas bonitas y tesoros escondidos que habrían sido arrastrados desde lo alto de las montañas por la fuerza del agua de ese bonito río.


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